6/07/2007

La baja autoestima es una vanidad, un deseo de magnificar lo trivial de nuestros dramas.

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Estoy siendo víctima del terrorismo comercial. Oh, añoro el glamour, el plástico, el rendirme ante las bondades del peluquero, el dejar la pedantería y ser el sexo decorativo que estoy supuesta a ser.

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Los tiempos son duros cuando todo significa absolutamente nada. El consuelo consiste en recrear nuestra posición de mártir y esperar, pacientemente, una resolución divina. Bañémonos entre vómitos. Lleguemos, presas de pánico, a la oficina del odontólogo a llorar con lágrimas ardientes. Intentemos lo imposible: socializar. Reconozcamos que no somos especiales, que sólo somos egoístas, consumidos en nuestro propio ego dolido y que somos incapaces de comprender a los demás. Ya no somos mártires, ahora somos verdugos.

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