7/20/2004

El período

No es ningún misterio la regla. Sin embargo, es bastante franca, humana y cruda como para ser discutida, siquiera considerada, siquiera pensada. Intelectual o estéticamente no vale, no interesa. Da asco, es rechazada. Sin embargo, es el acercamiento más real que alguien puede tener con su cuerpo: No podremos acariciarnos el higado, descifrar la marcha del corazón, apretarlo fuerte, sangriento, tocarnos un hueso. Pero podremos experimentar la regla, un acercamiento con la vida.  Luego de esto podremos odiarla infinitamente y esperar a que nos llegue una menopausia prematura.

7/19/2004

La habitación

La que ahora es mi habitación una vez fue parte del comedor. Es decir, han divido el comedor de modo que hay dos cuartos y uno es mi habitación. Me separaron de mi cuarto anterior, el que incomodamente compartía con mis dos hermanas y me  han puesto aquí, como dije antes, al lado del comedor. Me gustaba al principio, cuando era mi habitación. Poco a poco empezó a ser una extención del comedor y menos mi habitación. Todos entran, todos salen. Mis cosas, tan personalmente bautizadas, no valen más, no importan más. Mi baúl pintado con la Alhambra está olvidado, mis cuadros, inacabados. He descubierto que la mediocridad tiene dos caras. Una, hacer las cosas muy bien, pero no terminarlas. Y otra, terminar las cosas, pero mal hechas.

7/16/2004

La evolución

¿No resultan insoportablemente inútiles las cucarachas? Tal vez no sean inútiles por naturaleza, sino por impotencia.  Serán un error del ciclo preciso de la naturaleza; unas criaturas segregadas del sistema de balance que conocemos como cadena alimenticia. Algo así como los hombres en este mundo sobrepoblado: Sobrevivientes de nada, sin dinosaurios que nos coman. Aún siendo hombres sabemos, como buenos animales que somos, que el hombre está al tope de la cadena y es pisado por otro animal: El hombre.  Y esto no es misantropía, es tener asco de las cucarachas.

Desayuno

Tener desayuno por la mañana se oye demasiado arrogante.  Entretener al estomago mañanero, doloroso y hambriento con cualquier galleta que se come, chupa y aplasta conta sus paredes, ansioso, se llama piedad.  Pero tener desayuno no. No "vamos a desayunar", no. No hay huevos, ni jugo de naranja, ni brownies con fresas, ni un capuccino. Sólo una galleta para entretener al hambre por un rato y jugar con el estómago, como jugar con un niño.
 
El vientre es otra cosa. Desde que este vacío esta bien. Pero no es un buen colaborador cuando la paranoía, las sospechas y el sexo que se tuvo -irrecordable ya- se personifican en angustia: Se revuelca, empieza a latir, se asusta, de repente se frena de su girar incontrolable y se queda pensando. Es un vientre de naturaleza dramática: no soportaría ningún intruso dentro suyo. Lo miraría con todos los ojos de sus paredes, abiertos de par en par, incrédulos e incapaces de contraerse y de tocar con sus propias pupilas el frijol que crece.