5/10/2006

He oido que la reflexión incluye,
-entre todas las vanidades-
el sabor a sangre del metal,
la metódica cortada en cruz.

La obsesión con el espejo
no tiene nada que ver con la belleza.
Es el gesto, la arruga, el defecto:
el tope de todos los placeres.

Cortarse es hedonista,
suicidarse es romántico.
Queremos vivir sintiendo,
arrojándonos. Impulsándonos.

Nos imaginamos,
huesos rotos en las piedras
y nos dan ganas de tocarnos.
De que nos duela, de que nos mate.

De sentir algo. De sentir algo.

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