El olvido es un fuego flojo. Medio duele, medio no. Es aburrido, es fuerte y a veces increíblemente insoportable. Desearíamos no tener nada que olvidar, jamás haber encontrado esto o aquello, no sentir nostalgia o culpabilidad al toparnos con las cosas, malditos recordatorios de la nada. Hay unos que se niegan a olvidar, insisten entusiastamente hasta, quien sabe cuando.
Uno olvida siempre. Hasta esas cualidades que creemos innatas desaparecen, cada día la estupidez, la cotidianidad, la degradación se apoyan más profundo en nuestro hombro y, efectivamente, pesan más hasta hacerse insoportables. Pero el tiempo es como el polvo con las cosas, las destruye pacientemente, hasta dejarlas inútiles. Y éste no olvida su promesa de justicia e igualdad con todo y con todos, nos olvidarán, olvidaremos y vendrá la muerte, sinónimo del olvido.
9/01/2004
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