No tengo nada en mi cabeza. Para qué mentir, nada que decir. Rara vez sentí algo positivo, siempre abundaron las sombras. Miento, alguna vez fui feliz. Pero la belleza es tan personal que es imposible describirla, explicarla a otros. La confundirán, como siempre, con la cursilería. Además no tengo el encanto ni el talento para hacerla sentir. La pierdo, como una moneda en el desierto.
8/18/2004
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