Cuando era más joven, cualquier ruido en la noche podía hacerme desmarañar la peluca rara que es mi imaginación. Imaginaba a un estereotipo de diablo, en la oscuridad, saliendo del pasillo del fondo. Temblaba, sudaba. Me fascinó Rasputín desde que mi profesor de historia, con mirada sombría, nos habló de él. Soy joven. Temo a los fantasmas y cosas así. A las cabezas rotas, a las desfiguraciones, a los fetos, a las pistolas, al vómito, a las violaciones, al peligro, al dolor.
La felicidad tiene tantas caras, pero el horror es siempre el mismo para todos. Parece que debajo de la razón inventada, de la democracía Griega, de los filósofos, de Jesús o Buda hay una razón verosímil, una pista de la existencia de Dios.
8/18/2004
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