El camino lo hacen alegres piedras regadas.
(No me dijiste nada pero me miraste.)
Frías y arenosas, como recordando el río.
(No me dijiste nada pero me mataste.)
Te encontré dorado y me fascinaste.
(Quise tenerte para siempre.)
Una lucidez me obligó a entender
que debía quererte libre.
Una sangre espumosa y pequeña
dibuja pecas en las lisas piedras.
Deberíamos lamer la sangre y la arena.
(Un pájaro urga nuestro destino maldito.)
Con la lengua te dibujo
un anillo en el ombligo
y se quedan ahí mis buenas y
mis malas intenciones contigo.
11/26/2007
Altura y pelos
Desde acá arriba se ven los bichos galácticos empecinados en penetrarse los unos a los otros. A veces tienen congojas, siempre se les olvidan. Me cuesta averiguar cuánto del dolor han aprendido y cuántos gramos son legítimos. Desde acá arriba les revelo el disfraz:
el hombre celoso que por miedo a dar algo se ha quedado sin nada para dar.
La careta circunscritamente femenina de las chicas jovenes, ambivalentes entre ser amadas o traicionar. (La boca de un personaje de Wilde declaró que sólo la infidelidad conocía las tragedias.)
El tipo de fe promiscua cuya realidad quema los párpados y viaja al más allá.
La suave mano mordida que busca a tientas una nueva palma para rascar.
[Medito. Me arrepiento, me contradigo. En realidad yo no estoy tan fuera ni tan arriba.]
el hombre celoso que por miedo a dar algo se ha quedado sin nada para dar.
La careta circunscritamente femenina de las chicas jovenes, ambivalentes entre ser amadas o traicionar. (La boca de un personaje de Wilde declaró que sólo la infidelidad conocía las tragedias.)
El tipo de fe promiscua cuya realidad quema los párpados y viaja al más allá.
La suave mano mordida que busca a tientas una nueva palma para rascar.
[Medito. Me arrepiento, me contradigo. En realidad yo no estoy tan fuera ni tan arriba.]
Suscribirse a:
Entradas (Atom)