No dejo de ser un estorbo, no dejaís de estorbarme. Las relaciones sociales son pretextos, la gente obstáculos. La rabia se afianza, la fealdad también. No me canta nada, no me importa nadie. Sólo espero que el hipócrita olvido me consuma y, de una vez, detener mi eterno vicio de poner esperanzas en vosotros, la gente. Hartaís con vuestra jerga imbécil, creyéndoos originales en un mundo de eterna reiteración; pensando que sois únicos en un mundo de vaginas y penes. El día que os pueda pegar 3 tiros y no muraís, ese día sabre que fuísteis diferentes. Por ahora, seguid cagando.
Días tercos, ahora vaís a llamaros dos mil siete. Un número moderno y mecánico, como la última versión de una licuadora carnívora, como el modelo de un taladro atraviesa ojos. Como la hacha que corta su cabeza, como la máquina de tatuar condenas. Tatúadme a mi la condena de haber existido y dejadme en paz, devolvedme lo que fuí, en otros años con días menos modernos. Hazme intacta de manos, de penes, de saliva, de bocas que han pasado por aquí en vano. Borrar los surcos, herir las ojeras, cortar la cara y el gesto imbécil de ser quién soy. Borrarme la conciencia, el pavor, el horror del circo cotidiano.
Espero impacientemente romperme.
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1 comentario:
Huy, espero que ese cobarde inmaduro reciba su lección, y espero que tu con ese escrito hayas liberado toda es arabia y rencor que le guardas, seguramente el algún día sabrá lo que piensas y en ese momento el recibirá su merecido, y ahí mismo, tu podrás descansar!!!
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