2/26/2006

Perdóname por ser tan común y tan corriente.
Por gastarme los días pensando en tomar el tren a tiempo,
por limpiar las espigas de mi abrigo,
por dejar que la lluvia me moje el cabello.

Ah, tú, que lo llenas todo con tu nombre
que me sabe a algo eterno,
donde no cabe la taza de café,
ni la estupidez humana, ni siquiera
el indecente reloj. Tú,
diáfano, que me empujas dulcemente
hacia el vacío, vertiginoso, de tu cuerpo.

Déjame romperme en tus huesos,
dejame descansar del humo de las factorias,
de los abrigos negros, del pavimento.
Déjame rastrear tu corazón con mi boca,
intentar atraparte--aunque la empresa sea imposible--
entre mis brazos y no cansarme nunca
de pararme en esa oscura orilla en donde paseas.

Pero perdonémonos, perdonémonos por no merecernos.

2/15/2006

Quiero el silencio

¿Debo resignarme? Acasó tendré que escuchar las palabras vacías, brincando y bailando borrachas de boca en boca. Acasó tendré que gastar mis contados minutos, viviendo sin vivir, sólo existiendo. Acaso tendré que mirar, como dice Vallejo, que un pene y una vagina son el afán de nuestra existencia. Acaso tendré que resignarme a ser una mera humana y no un pájaro como quiero ser. Tendré que andar, parir con dolor, llorar. No podré ser hoja eucalipta, intensa; o oro verde en el agua de un río.

¿Para qué entonces la existencia? ¿Para qué? Tendré que luchar con la conciencia de la vida y con mi carácter insoportable. Tendré que aceptar esta estupidez de diana.

La acepto, entonces. Pero no del todo.
Me siento terriblemente humana en este momento, y mis palabras me saben a un patetismo desabrido.

Por honesta, si fuera vana quizá mi canto convencería...

y aún así lo soy.

Vida

A mi vida la persigue el absurdo, como el agua persigue el canal.