12/25/2004

Dos Heineken. La botella me recuerda ahora las cintas viejas y desgastadas en las que se reproducen imagenes verdes, como filmadas por debajo del agua. Despegué la etiqueta despacio, procurando no rasgarla y ésta colaboró eficientemente. La miré y traté de determinar de qué país era la cerveza; luego me rendí cuando reconocí que no me interesaba. Bebí--que era lo único que quería hacer--y al final de un último sorbo, saboreé mi embriaguez. Me levanté, los pantalones flojos y ligeros, y bailé. No estuve sexy: llevaba un suéter rojo, el cabello corto, atado hacía atrás, del cual sólo unos cuantos mechones escapaban. Sólo mi independencia y mi típica alienación me iluminaron. Bailé con las energías que me faltan para tantas otras cosas y disfruté cada guitarra, cada tambor, cada ducha de voz. Éramos sólo yo y mi alegría perfecta y no había nadie más.

No hay comentarios.: