4/21/2006
¿Se acuerdan?
Había una vez una rata con un corazón muy pesado. Era tan pesado que la detenía, la pegaba al suelo y no la dejaba correr con las demás ratas. La rata lo arrastraba intentando alcanzar a las otras, pero la piedra se iba hasta el fondo de su cuerpo y no la dejaba mover. Y cuando otra rata venía a hablarle--quién sabe por qué--la rata se sentaba encima de su corazón para esconderlo. Una vez la rata se aburrió de su corazón. Con su garra gris agarró un vidrio y se empezó a cortar la piel. Detrás de los pelos sucios y grises estaba su piel rosada, que se abría cada vez más y aunque le dolía cortarse, la rata sabía que no había otro modo de hacer las cosas. Unos nacen con corazones ligeros pero a esta rata infeliz le toco una piedra de corazón. Siguió cortando y desangrándose. Se manchó los bigotes de sangre. Se manchó la cola de sangre. Se manchó las uñas de sangre. Pero no sé rindió: la autodestrucción no terminaba. Se abrió, metió la garra en su cuerpo y encontró una piedra rara. Fea, gris, común y corriente como sí misma. La rata la empuño en su garrita y la tiro al carajo, al carajo, de donde no vuelve nadie. Aprendió a correr.
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